Las regiones alejadas de los grandes centros urbanos muchas veces carecen de redes de acceso a las energías convencionales. Así, el gas licuado entra en juego, destacando por su versatilidad, ya que puede transportarse y distribuirse sin necesidad de construir grandes infraestructuras, almacenarse localmente, y adaptarse a contextos rurales con menor densidad de población.
Estas características son clave para los territorios periféricos, ya que permite que hogares, pequeñas explotaciones agrícolas, comercios o empresas instaladas fuera de las grandes ciudades cuenten con calefacción, agua caliente, cocina y procesos productivos sin depender exclusivamente de las grandes redes, cuyo despliegue en esos entornos es muy complicado.
Castilla y León es un ejemplo de la utilidad de esta energía de presente y futuro. Todas sus provincias experimentaron aumentos en la evolución de la distribución de las ventas de gas licuado canalizado, con Burgos a la cabeza (21% y 1.835 toneladas), seguida por Zamora (13% y 681 toneladas) y León (13% y 2.262 toneladas).