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El rol del gas licuado en la transición energética de España

16/12/21

OBJETIVOS2050
FNSSE
GASLICUADO

Ahora que el Fondo Nacional para la Sostenibilidad del Sistema Eléctrico (FNSSE) está cerca de ser aprobado, es buen momento para hacer una reflexión sobre el rol que juega el gas licuado en la transición energética de España.

El Fondo Nacional para la Sostenibilidad del Sistema Eléctrico (FNSSE, por sus siglas) es una de las medidas regulatorias propuestas recientemente por el Gobierno de España en materia de transición energética. Está previsto que este Fondo sea aprobado a través de un proyecto de ley que se encuentra actualmente en tramitación por el Congreso de los Diputados.

Según recoge el texto del proyecto, su objetivo es avanzar en la electrificación y sostenibilidad del sistema eléctrico repartiendo los costes en los que se incurrió para financiar el sistema denominado RECORE, un régimen retributivo específico establecido en 2014 para primar la actividad de producción de energía eléctrica a partir de determinadas fuentes. En síntesis, el FNSSE plantea que los cargos del RECORE sean ahora trasladados y repartidos entre todos los vectores energéticos, lo que en último término se traduce en un incremento de costes para el resto de energías.

En este contexto, en el que la Administración Pública busca y propone diferentes medidas relacionadas con la denominada transición ecológica, resulta procedente hacer una pequeña reflexión sobre el rol que juega el gas licuado en la descarbonización del país y cómo puede contribuir a alcanzar los objetivos climáticos fijados por la Unión Europea y España en los horizontes 2030 y 2050.

La descarbonización como objetivo común 

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El fin último de las políticas enfocadas en la transición energética es la consecución de los objetivos climáticos y de reducción de emisiones. En este sentido, la neutralidad tecnológica implica que todas las opciones disponibles deben de ser consideradas en la ruta alcanzar la meta de lograr la neutralidad climática, sin primar determinadas opciones tecnológicas en detrimento de otras. Este principio está, además, recogido en diversos documentos como el Pacto Verde Europeo, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 o la estrategia de descarbonización a largo plazo del Gobierno de España.

Alcanzar esos objetivos exige una perspectiva inclusiva, considerando todas las alternativas existentes y todas las rutas de descarbonización disponibles. Ante ello, el gas licuado se presenta como un aliado imprescindible para recorrer la senda hacia la neutralidad climática de forma efectiva: contribuye a reducir las emisiones de CO2 emitidas a la atmósfera de forma inmediata al tiempo que sirve de respaldo y complemento al despliegue de las tecnologías renovables, especialmente en entornos rurales.

Además, la infraestructura de aprovisionamiento, transporte y uso del gas licuado está preparada para incorporar directamente nuevas soluciones cada vez más sostenibles tan pronto como sean demandadas o necesitadas, como el biopropano. Esto convierte al gas licuado en una energía de presente y de futuro. 

Apoyo a la industria

Hay determinados sectores en los que la naturaleza de la actividad industrial exige alcanzar altas temperaturas y el uso de fuentes energéticas de alta eficiencia. El gas licuado hace posible que la producción y el funcionamiento de estas industrias, cuyas necesidades específicas de energía no pueden ser satisfecha por otros vectores energéticos, continúen.

Un ejemplo es la industria alimentaria, en la que existen establecimientos como las embotelladoras o las bodegas para los que los quemadores a gas para producir agua caliente instantánea a alta temperatura sin acumulación son la única fórmula que existe. También podemos citar el caso de la industria agropecuaria, en la que es frecuente el uso de maquinaria o de sistemas específicos como las torres antiheladas que protegen los cultivos en zonas donde las temperaturas pueden llegar a ser muy bajas – como en zonas rurales del interior –, que poseen motores térmicos que emplean el gas licuado como única fuente energética disponible.

Por otro lado, la diversidad territorial de España incluye áreas singulares como las Islas Canarias, considerada región ultraperiférica por la Unión Europea. En este caso el gas licuado representa una solución energética particularmente relevante, por las características del mix de generación del archipiélago, para apoyar la descarbonización de la industria y otros sectores económicos. 

Grandes beneficios para la población

Es importante abordar la transición ecológica desde una perspectiva inclusiva, teniendo en cuenta las particularidades de las zonas más frías e interiores de España, con menor densidad de población, así como las necesidades de todos los grupos de población.

El uso del gas licuado como combustible de transición es fundamental para estas zonas rurales puedan embarcarse también en el proceso de descarbonización sin verse penalizados por tener unas características distintas que los territorios situados en el litoral o las grandes ciudades – geografía, demografía, clima, orografía, etc. – en las que la penetración y despliegue de las energías renovables es más lento y complejo

La apuesta por el gas licuado permite reducir la brecha entre el entorno rural y las grandes urbes, y abordar problemáticas concretas como la necesidad del transporte privado – por ejemplo, para desplazamientos esenciales como ir al médico o a hacer la compra -, o las necesidades de climatización en unos entornos en los que no siempre existe acceso a la red convencional de infraestructuras energéticas. Para estas zonas el gas licuado representa una energía disponible, económica y más sostenible que los combustibles tradicionales, que les permite cubrir sus necesidades energéticas específicas sin renunciar a participar en el proceso de descarbonización.

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Además, también es una energía que ayuda a mejorar la calidad del aire en estas zonas, pues es una alternativa que se caracteriza por una baja emisión de partículas.

En conclusión, como hemos podido analizar a través de diversos ejemplos, existe un buen número de razones permiten calificar al gas licuado como combustible de transición y que ponen de relieve su capacidad de contribuir a alcanzar los objetivos de descarbonización de nuestro país.