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El gas licuado, solución energética sostenible

02/03/22

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El gas licuado se presenta como una pieza clave en la política energética, ya que aporta soluciones tanto a corto plazo, ayudando a cumplir con los objetivos de 2030, como a largo plazo, gracias a la I+D que haga posible que se desarrollen nuevas tecnologías renovables.

España está inmersa en un cambio de paradigma en cuanto a su modelo energético se refiere. La agenda política y normativa está centrada en encontrar y fortalecer soluciones energéticas de bajas emisiones y que contribuyan a la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible. El gas licuado se presenta como una pieza clave en la política energética, ya que aporta soluciones tanto a corto plazo, ayudando a cumplir con los objetivos de 2030, como a largo plazo, gracias a la I+D que haga posible que se desarrollen nuevas tecnologías renovables. Además, el gas licuado contribuye a la transición energética se desarrolle de manera justa y equilibrada en todo el territorio nacional, tanto urbano como rural, gracias a sus variados formatos y su red de distribución flexible y altamente capilarizada.

Un apoyo clave para la transición energética del entorno rural

A pesar de las distintas normas adoptadas en materia de energía en los últimos años, la experiencia y la realidad actual nos muestran que la transición energética en las áreas rurales y en las zonas periféricas, como las Islas Canarias, no avanza al mismo ritmo que en entornos urbanos y grandes núcleos de población. La infraestructura para el suministro de determinadas energías es considerada deficitaria y es claramente insuficiente en los territorios más remotos, siendo en ocasiones incluso inexistente. Durante el camino hacia la descarbonización, hay que asegurarse de no dejar atrás a todas estas zonas de difícil acceso. Recordemos que, en el caso de España, el 85% del territorio corresponde a áreas rurales, en las que habita un 15% de la población. En este caso, el gas licuado, que cuenta con grandes ventajas en cuanto a su distribución y su multitud de aplicaciones, es clave para los hogares, el comercio y la industria de estos territorios.

Las zonas rurales suelen tener mayor riesgo de pobreza energética y, por sus características, las casas unifamiliares son objetivamente más caras de calentar y renovar, por lo que hay que tener en cuenta sus especificidades. Asimismo, en el caso de las aplicaciones agrícolas, el uso de la energía también puede ser muy intenso durante cortos periodos de tiempo, como es el caso de la industria del secado de cultivos. 

La industria del gas licuado responde ante estas necesidades gracias a su carácter versátil y de fácil y rápida adaptación, estando además profundamente arraigada en su tejido rural debido a la proximidad y cercanía con el consumidor. Muchas empresas conocen a sus clientes desde hace generaciones y ahora les ayudan con soluciones integradas y personalizadas que constituyen una garantía de suministro y respaldan el desarrollo de las energías renovables discontinuas. Esta transición rentable a un combustible con menos emisiones, combinada con la eficiencia energética, permite una solución a corto plazo más asequible para muchos hogares rurales.

La despoblación y la complejidad en la distribución y almacenamiento de la mayor parte de los productos energéticos, llegando incluso a la incapacidad de provisión en determinados territorios, pone de relieve la necesidad de alternativas sostenibles que sí sean capaces de satisfacer las necesidades del entorno rural y sirvan como respaldo en el desarrollo de las energías renovables discontinuas. 

El gas licuado, alternativa energética limpia y accesible

Vista la complejidad del modelo energético en las zonas rurales y los problemas de acceso a determinados suministros energéticos, el gas licuado se sitúa como una energía que se adapta a las casuísticas del medio rural y que, además, contribuye a la consecución de los objetivos de sostenibilidad de los usos energéticos.

En el camino de la descarbonización, el gas licuado es sin duda un gran aliado por sus bajas emisiones de CO2 y por la casi inexistente emisión de hollín, segundo factor principal que contribuye al cambio climático global.

A modo de ejemplo, según datos de CORES en España se consumen 1’5 millones de toneladas de gasóleo para calefacción, en su gran mayoría en ubicaciones fuera del alcance de la red de gas natural. Su conversión a gas licuado, que es sencilla, rápida y de mínimo coste, supondría un ahorro directo en emisiones.

Adicionalmente, el gas licuado tiene un impacto inmediato en mejorar la calidad del aire ya que, en comparación con otros combustibles líquidos y sólidos emiten, menos NOx y partículas.

El gas licuado es una de las alternativas energéticas limpias más eficaces y eficientes, no solamente por sus bajas emisiones sino porque no requiere de la creación de toda una nueva infraestructura. De hecho, España ya cuenta con una capacidad de distribución, aprovisionamiento, almacenamiento, operativa y logística muy consolidada, con una implantación muy elevada en comparación con otros países europeos. Además, la mayor parte del gas licuado consumido por hogares, empresas e industrias es producido en España.

En definitiva, el gas licuado se trata de una opción energética que favorece la descarbonización del medio rural al adaptarse a necesidades propias de estas áreas: disponer de energías fácilmente transportables y almacenables, versátiles en su aplicación y de las que se puedan aprovisionar de forma ágil. 

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