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El GLP, aliado en la transición energética de la industria

19/04/23

BIOGLP
INDUSTRIA
OILGAS
TRIBUNA
GLP

Xavier Martínez Janáriz, presidente de la Asociación Gas Licuado, reflexiona sobre el papel del GLP y el BioGLP en la industria en esta tribuna publicada en el número especial por el 55 aniversario de la revista Oilgas, que reúne a los líderes del sector.

La reducción inmediata de emisiones que ofrece el gas licuado sin necesidad de inversión alguna da margen a las industrias para dedicar una mayor parte de sus recursos a alguno de los otros frentes que requiere su transformación

Xavier Martínez, presidente de la Asociación Gas Licuado.

En el proceso de reducción de emisiones es tan relevante el objetivo último (la neutralidad en carbono) como el tiempo empleado para alcanzarlo. El Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático de Naciones Unidas, el IPCC, ha incidido en este punto en sus últimos informes: debemos reducir las emisiones de forma inmediata para evitar que se alcancen puntos de no retorno que desestabilicen el clima del planeta.

El sector energético ha de jugar, necesariamente, un rol. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) establece para España el objetivo de reducir un 23% las emisiones de CO2 para el año 2030 con respecto a las de 1990 y alcanzar así la neutralidad climática antes de 2050. Atendiendo la advertencia del IPCC, el Gobierno ha anunciado su intención de revisar al alza este mismo año los objetivos a 2030; un propósito ambicioso ante el que cabe preguntarse: ¿estamos empleando todas las herramientas a nuestro alcance?

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"Implementar prácticas más sostenibles en los procesos industriales no solo es compatible, sino también complementario a diversificar las fuentes de energía."

No obstante, cualquier estrategia integral no puede plantearse de espaldas a la realidad: gran parte de la actividad económica y social aún depende de la disponibilidad de energía a un menor precio. El alza en los costes de la energía, patente y pronunciado en el actual contexto de inestabilidad geopolítica, expone las costuras del proceso de electrificación de la economía, que puede verse retrasado si los sectores clave no pueden afrontar las inversiones necesarias. Esta realidad es especialmente significativa en el caso de la industria, que consume grandes cantidades de una energía cada vez más cara al tiempo que necesita de grandes sumas para acometer la transformación que se le exige.

Ante esta confluencia de factores, aparentemente incompatibles con la lucha climática, cabe aún la esperanza. Tenemos a nuestra disposición alternativas con la capacidad de reducir emisiones de manera urgente y que deben ser consideradas en los planes gubernamentales contra el calentamiento global. Estoy hablando del GLP o gas licuado, que puede ser un respaldo y complemento idóneo en determinadas zonas o industrias al despliegue de las renovables eléctricas.

A nivel particular, en el caso de España, el GLP contribuye a la independencia energética: nuestro país puede autoabastecerse, lo que trae aparejada la nada desdeñable capacidad de garantizar el suministro. A nivel social, dota de una fuente fiable de energía a territorios remotos o aislados, permitiendo la actividad económica y la habitabilidad en zonas no conectadas a la red o donde no es viable (o factible) la electrificación. En términos ambientales, es un combustible más eficiente y que ofrece una combustión más limpia que otros combustibles y, al emplearlo en sustitución de otros productos que emiten más CO2, permite una reducción de emisiones inmediata. ¿Recuerdan la petición del IPCC? Permítanme entonces que haya pensado en escribir “reducción de emisiones inmediata” en negrita, cursiva y subrayado.

No menos importantes son sus ventajas económicas: el GLP es competitivo en términos de precio y no requiere de infraestructuras adicionales, lo que supondría un coste que, en todo caso, se repercutiría en unos consumidores al límite y que para muchas empresas es difícil de asumir en las condiciones actuales. No en vano, hablamos de inversiones millonarias en el caso de la industria.

Para cuantificar el potencial de reducción de emisiones de CO2 y ponerlo en contexto, la Asociación Gas Licuado ha elaborado recientemente un informe que plantea una variación del escenario objetivo del PNIEC a 2030 en el que este combustible tiene una mayor penetración en el consumo sobre el de otros productos procedentes de los hidrocarburos. Los resultados muestran que el GLP permitiría generar un ahorro de emisiones de 6,4 millones de toneladas de CO2 adicionales, incrementando la reducción total de emisiones en 2,2 puntos porcentuales. De la reducción del 23% fijada en el PNIEC se pasaría al -25,2%. Además del máximo potencial, se ha obtenido una métrica de tipo incremental: cada punto porcentual adicional de penetración del GLP frente a otros productos petrolíferos permite ahorrar 220.000 toneladas de dióxido de carbono sobre el escenario actual del PNIEC.

La contribución es especialmente significativa en la industria, el segundo segmento donde el GLP tiene un mayor potencial, solo superado por el transporte. El ahorro de emisiones en el sector industrial llegaría hasta los 1,8 millones de toneladas de CO2 adicionales de aquí a 2030 con la máxima penetración del GLP. Asimismo, cada punto porcentual que ganase frente a otros productos petrolíferos resultaría en un ahorro de 20.000 toneladas de dióxido de carbono. Cifras, en definitiva, que las estrategias climáticas harían bien en tener en consideración.

Con esta reducción inmediata y disponible, el sector industrial puede afrontar su renovación con pragmatismo pero también con determinación. Los beneficios ambientales que ofrece el gas licuado como energía de transición dan margen a las empresas para dedicar una mayor parte de sus recursos a alguno de los otros frentes que requiere la transformación industrial: mejorar la eficiencia energética en los procesos productivos, la gestión de residuos, destinar más fondos a I+D+i o fortalecer la economía circular. Por no hablar de avanzar en la colaboración entre compañías o invertir en tecnologías de almacenamiento de energía o de captura de carbono.

Implementar prácticas más sostenibles en los procesos industriales no solo es compatible, sino también complementario a diversificar las fuentes de energía. Una diversificación en la que el gas licuado ofrece beneficios de forma inmediata. Incrementar el uso de GLP en el más corto plazo y progresivamente a bio GLP es una ruta factible y económicamente competitiva de lograr reducciones profundas de emisiones. En sentido contrario, eliminar instalaciones de gas licuado impediría en el futuro emplear BioGLP, lo que acabaría por lastrar su desarrollo actual.

Tenemos, en definitiva, argumentos para refrendar nuestra petición de que el principio de neutralidad tecnológica prevalezca y podamos incorporar el gas licuado en las estrategias climáticas. No pedimos más que pragmatismo en la toma de decisiones. Los ambiciosos compromisos ambientales asumidos como sociedad han de alcanzarse sobre un contexto real complejo. La situación actual, sumada a la lenta implantación de otras tecnologías, nos obliga a reevaluar todas las previsiones realizadas si queremos virar el rumbo durante los próximos diez años. De no hacerlo, corremos el riesgo, como ya estamos observando, de que muchos consumidores, empresas e incluso estados se planteen regresar a opciones energéticas tradicionales más contaminantes: clasificar la energía nuclear y el gas como “verdes” va en esa dirección. La buena noticia es que esta tendencia es reversible si desde hoy hacemos un uso inteligente de instrumentos de planificación como el PNIEC, que nos permitirán lograr cambios estructurales a lo largo de la próxima década.

No podemos desdeñar tecnologías con capacidad real de contribuir en determinados contextos. Todas las opciones para reducir emisiones de CO2 deben ser bienvenidas, pues no alcanzaremos la meta si descartamos herramientas al tiempo que volvemos a exigir más a quienes quizás no pueden permitírselo. Y fracasar en la lucha climática, eso sí que no nos lo podemos permitir.

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Esta tribuna ha sido publicada en el número especial por el 55 aniversario de la revista Oilgas, un monográfico sobre transición energética que reúne a las principales voces de nuestro país, como la Comisaria de Energía de la Comisión Europea o la Secretaria de Estado de Energía, además de líderes del sector privado de diferentes fuentes de suministro.

Puedes acceder a la versión impresa de la tribuna aquí.